viernes, 21 de octubre de 2011

Un urdesino en San Sebastian


POR: @AndresCrespoA

TOMADO DE www.gkillcity.com

Yo no tenía idea de cómo iba a ser el estreno de Pescador en San Sebastián y no pregunté. Me hacía bien salir de Guayaquil unos días y cuando uno está en ese estado no pregunta, solo vive.

Nos recogieron en el hotel y nos llevaron a Ingrid y a mí hasta el Kursaal, anfiteatro donde se iba a llevar a cabo el estreno. Al llegar nos recibió Mayte, nuestra anfitriona, quien nos introdujo en una suerte de backstage con queso y champaña. Era un sitio como el resto de España: aséptico pero cálido. Estaba sereno. Me acuerdo de haber mirado el queso con hambre y la espumante con sed. Nada es más bello que la inevitabilidad. Todo estaba bien.

Llegó la hora: nos llevaron a un cuarto oscuro justo al lado de la sala de proyección. Me asomé y vi la sala repleta, había unas 600 personas atendiendo la premiere. Sebastián Cordero ha venido con sus películas acá y la gente camina a ver su camello porque conoce su trayecto y sabe de dónde viene. A todas les ha ido bien y la última, Rabia, dejó una estela particularmente sangrienta y agradable.
Me llamaron por mi nombre, entré, la gente aplaudió un poco. Yo me quedé mirando el público, con la alegría de saber que a esa gente no la había visto nunca. Llamaron a Sebastián. Él habló sobre el filme, yo hablé un poquito, la gente se rió, él cerró la descarga, nos sentamos en unos asientos pre asignados junto a Ramiro Almeida, productor ejecutivo, y vimos la película.

Yo estaba ahí, sentado, notándome un poco tenso al principio, pero después de un rato ya me vi disfrutando de un cuento íntimo y real. En la pantalla solo quedaban los instantes de veracidad más brutales de las 6 semanas de rodaje. Llegué a un estado de zen fílmico que culminó en un aplauso orgásmico al llegar los créditos. Súbitamente una luz que venía del tumbado nos iluminó y nos paramos. Ya había llegado María Cecilia Sánchez, co protagonista a quien no había visto desde el rodaje. Sonreímos en silencio. La gente seguía aplaudiendo, yo quería seguir ahí parado y estaba a punto de levantar al aire el puño izquierdo en señal de victoria absoluta, pero Cordero, que es un poco más pulcro, se sentó y no me quedó otra que imitarlo.
Después hubo un foro, conversamos un rato con el público y de ahí volvimos al backstage. El sitio estaba lleno de una gente bien bonita que no tengo idea de dónde habrá salido. Salí a buscar a mi compatriota Marcela Noriega pero se había ido. Por un instante, parado solo en un corredor interminable me dio una nostalgia rarísima. Me acordé de tantas borracheras soñadoras junto a la gente en Ecuador. Me acordé de mi hermano Pika, Juan Fernando Andrade, maestro escritor de la crónica que parió la historia. Como hubiese querido que estuviesen ahí para beber hasta tirarnos al agua helada del Cantábrico. Me acomodé el paquete y regresé al rocknroll.

Luego de comer la jama más rica del mundo con un vino helado que se llama chacolí, fuimos a un hueco élite conocido como Dicken's (donde a Cordero lo saluda el personal como cuando yo llego al Diva Nicotina), nos tomamos unos Gin Tonics legendarios y al cerrar caminamos en compañía de una serie de noctámbulos borrachosos hacia el único bar que probablemente seguía abierto a las 3 de la mañana.

En el camino me acordé del poeta Jorge Martillo, que un día me dijo en el Gran Cacao que si uno tenía una historia que contar había que hacerlo y no andarse con pendejadas.

Siempre me acuerdo de eso y seguí pensándolo hasta que llegamos todos al bar e Ingrid comenzó a conversar sobre música salsa con un director vasco. El director le dijo que a él no le gustaba la salsa e Ingrid le dijo que Héctor Lavoe era un grande, en eso el barman escuchó la conversación y de una puso una salsa maldita... yo estaba con Ramiro unos pasos más allá cuando escuchamos los primeros acordes de algo legendario que no recuerdo que era... salí a fumar y me puse a pensar en toda la gente del rodaje y en el vuelo profundo que fue filmar eso con Sebastián. Pensé en lo que había hecho con la historia. Me acordé de ese ambiente como de fiesta pero con temple de acero que fue su rodaje. Lo vi claramente.
Pensé en Guayaquil. En regresar. Me pegué una última pitada y entré al bar.



3 comentarios:

zanony dijo...

Belleza esas fotos deberian sacar mas material de Crespo conquistando San Sebastian ;)

Anónimo dijo...

Crespo me escanta tu descomplicación al expresarte ya sea con las palabras, con los gestos o actos... creo que eres una persona autentica, que vive como quiere su vida... quisiera ser un poco como tu. te admiro, Isabel!

Roberto Ruales dijo...

Sonara raro pero Crespo es GRANDE y TRANSPARENTE a mas no poder.. porque si lo hace mas intenso.. desapareces!!! y eso no es lo que queremos!!!