jueves, 13 de junio de 2013

Mi Barrio.

Por aquí crecí yo...ni tanto por esos años, pero fui morador del sector.

NOTA: La foto me llego vía twitter, ofrezco las disculpas del caso, ya que por la emoción, perdí el nombre del remitente.

Esto escribí de la zona hace un año para gkillcity.com


Chaplok, chaplok, chaplok... la llanta desinflada de una vieja bicicleta Chopper roja rodaba por las calmadas calles de Urdesa en la plácida década del 80.

El destino era el taller de “Pajarito”, el palacio de la reparación de bicicletas del barrio.

La magia del encargado del centro era única; habitaba en un terreno saturado de piedras, una tela sujetada con piolas deshilachadas, rancias cajas de madera; un científico de bicicletas lleno de grasa desde los pies hasta la cabeza y con un récord sobresaliente de rescate y cirugías efectivas de estos artefactos.

Un par de sucres bastaban para inflar la llanta o reparar la cadena del elemento que nos permitía circular por el barrio.

Una vez ejecutada la reparación existían algunos destinos en la zona, uno de los que reunía varias personalidades era el “Big Mac”, una suerte de fuente de soda que ofrecía hamburguesas con grasa para esta vida y la otra, acompañada de una mayonesa seductora que enviaba su aceite directo a la cara para transformarlo en amarillosos y tucos granos.

Surfistas, motocrosistas y beisbolistas dominaban la acera del lugar donde también se vendía cerveza a 25 sucres.
Soportes, muros y barrotes tipo rejas servían de sillas y lugares para descansar mientras se lanzaba todo tipo de opinión sobre los temas del momento.

Había terror por una nueva enfermedad llamada SIDA, se comentaba sobre el video de una italiana llamada Sabrina que salía en el show de Bernard y en cual se podía ver un fragmento de la teta de la intérprete, panas llegaban de EEUU con cassettes de betamax grabados con programación y videos de MTV.

Quienes lograban el permiso de sus padres para usar el carro de la casa, aplicaban la vuelta repetida por la Víctor Emilio Estrada, bautizada el tontódromo, por las constantes vueltas que se daban a lo largo de esta avenida. Mas allá, al norte, quedaba Miraflores, sector de beisbolistas y sede de la canchita(hoy Fundación Honorato Haro), dominios de Moliendro y Mafafa y un negocio ilegal, el cual es mejor no recordar.

Las calles no tenían esa seria infección delincuencial que luego germinaría con fortaleza, el transitar en bicicletas era seguro y una sana puñetiza era el evento esperado del fin de semana cuando la cita para el pugilato se daba siempre el domingo después de la misa.

Común era ver hordas de colegiados que salían caminando del Cine Maya y hacían escala en el Super Burger(hoy Burger King). Los más chiros paraban solo a pocos metros, en el ya mencionado Big Mac.

El Policentro se prestaba para pasar la tarde a la salida del colegio, con cines incluidos dentro del centro comercial que ofrecían dos películas continuas.

De vuelta en el barrio, el parque de Urdesa albergaba conciertos gratuitos organizados por ACCUR, institución que también tenía en su agenda el desfile anual por las calles de la zona.

El regreso a casa en aquellas noches de veranos guayaquileños era algo de frio, los vientos de agosto eran profundamente agradables, se caminaba sobre la quietud soberana que ofrecía el barrio. Otras tantas veces, si la distancia era mayor, nos ubicábamos en la esquina de la calle de origen del retorno y “hacíamos dedo”, la oferta de gente que se ofrecía a llevarte es digna de recordar y aplaudir, gente sana que ayudaba a cualquier joven que pedía ayuda en la movilización.

Urdesa era la zona, hogar y entorno para vivir y dejar vivir....

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